La progresión de los ejercicios depende de diversos factores. Además del entorno (profesional frente al doméstico), se deben tener en cuenta otros factores como el equipamiento, la capacidad del perro o nivel de entrenamiento, la voluntad o disponibilidad del cliente, el tipo de cirugía, las complicaciones, la cronicidad de la enfermedad y las comorbilidades del paciente. El seguimiento constante también es clave el avance del programa. En un entorno ambulatorio profesional, se suele avanzar en el nivel de ejercicio cada 3-7 días o cada segunda o tercera sesión. Esto conlleva un aumento de repeticiones, duración o velocidad al realizar los ejercicios. En el entorno doméstico, la progresión es más lenta, cada 2-4 semanas, ya que el contacto con el paciente es menos frecuente.
Además de las consideraciones especiales para la remodelación del ligamento de la rótula con reparaciones biomecánicas (como la TPLO/TTA), la cicatrización ósea también limita los tiempos de recuperación y la progresión de la cojera. Es posible que el láser (9) y la terapia con ondas de choque (10,11,12) influyan en la cicatrización del lugar de la osteotomía y la remodelación del ligamento de la rótula cuando se utilizan precozmente. En casos de retraso en la cicatrización o de no unión, la terapia con ondas de choque es el tratamiento ideal; la ESWT estimula específicamente la proteína morfogénica ósea de tipo 2 (13), una citoquina esencial para promover la cicatrización de la osteotomía. Además, las ondas de choque alivian el dolor, contribuyendo así al uso de la extremidad.
La mayoría de los tratamientos descritos anteriormente pueden instaurarse en las primeras 24 horas del postoperatorio y los ejercicios adicionales pueden iniciarse entre 5 días y 5 semanas después de la operación. Para más información sobre las diferentes opciones y el momento de iniciar los ejercicios se remite al lector a la bibliografía, ya que pueden existir grandes variaciones en función de numerosos factores relacionados con el paciente (14).
Control de peso
El control del peso y la nutrición también son fundamentales para el éxito de la recuperación tras la lesión del ligamento cruzado y la cirugía. La obesidad es un factor de riesgo de rotura del ligamento cruzado craneal (15). La pérdida de peso suele conllevar pérdida de masa muscular, pero se puede controlar mediante la dieta y el ejercicio regular. Los alimentos bajos en calorías y altos en proteínas con un aporte adicional de ácidos grasos omega-3 son ideales para pacientes con lesión del ligamento cruzado tratados quirúrgicamente o no. Aunque por sí solo, un alimento alto en ácidos grasos omega-3 puede ser tan beneficioso como la rehabilitación (16), la alimentación junto con el ejercicio sigue siendo la mejor forma de mantener la masa muscular. En concreto, el ejercicio en cinta subacuática puede limitar la pérdida de masa muscular en perros sometidos a un programa estándar de pérdida de peso (17). Los protocolos del ejercicio en cinta se pueden diseñar para centrarse en la ROM de la rodilla, la fuerza muscular y la resistencia, reduciendo a la vez el impacto del suelo sobre la extremidad operada. Durante el periodo de recuperación la cinta subacuática se suele utilizar dos veces a la semana, pero esta frecuencia puede aumentar o disminuir en función de las necesidades y la tolerancia del paciente. Sin embargo, se recomienda un mínimo semanal durante las primeras 2-8 semanas para apreciar los resultados de forma constante. La natación también es útil, pero la intensidad de los movimientos en el agua y la entrada o salida del agua, conlleva demasiados riesgos durante las primeras 3-5 semanas tras la cirugía. La natación en aguas abiertas es una actividad excelente a medio y largo plazo para la salud cardiovascular, quemar calorías y fortalecer el core. Las sesiones deben empezar con 3-5 minutos de natación continua. Lanzar un objeto al agua para que el perro vaya a buscarlo conlleva entrar y salir interrumpiendo la natación y, aunque puede ser una actividad adecuada, es fundamental vigilar al paciente para detectar cualquier aumento de cojera debido a los saltos dentro y fuera del agua. La natación sin supervisión no debe comenzar hasta que se haya levantado la restricción de la correa.
Tratamiento no quirúrgico de la CCLD
Muchos pacientes no son candidatos al tratamiento quirúrgico debido a comorbilidades o limitaciones de los tutores. La enfermedad del ligamento cruzado craneal se puede tratar de forma conservadora, pero el tutor debe tener información sobre los resultados esperados y las limitaciones del tratamiento. Aunque algunos pacientes se recuperan con éxito, muchos otros pueden padecer cojeras importantes durante muchos meses o incluso indefinidamente. No obstante, el enfoque conservador puede ser una opción razonable como tratamiento inicial durante 6-12 semanas, dejando la cirugía como segunda opción si no se obtienen los resultados esperados. La restricción del ejercicio durante 8 a 12 semanas conlleva la supresión de carreras, saltos, juegos bruscos o giros bruscos, de forma similar a las recomendaciones del paciente durante el postoperatorio. El protocolo de ejercicios es prácticamente el mismo durante las primeras 8-12 semanas independientemente del tratamiento (quirúrgico o conservador), pero con el tratamiento conservador la progresión es más lenta y requiere un mínimo de 3-6 meses de ejercicios controlados para permitir la maduración del tejido cicatricial y la compensación muscular para estabilizar la rodilla. El uso de una ortesis (p. ej., una férula) no sustituye a la reparación quirúrgica; el objetivo es mejorar la respuesta propioceptiva y fomentar la extensión de la rodilla, pero el dispositivo no evita la inestabilidad. La medicina regenerativa, como el plasma rico en plaquetas o la terapia con células madre, es otra opción conservadora, y puede ayudar a reducir la sinovitis y la progresión de la lesión en el caso de rotura parcial del ligamento cruzado (18).