Guía rápida para... Cuidados intensivos del neonato
La especie canina nace menos desarrollada que muchas otras especies...
Número de edición 26.1 Otros artículos científicos
Fecha de publicación 11/03/2021
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Se han descrito muchos tipos de trastornos cutáneos que pueden afectar al cachorro. La etiología de estos trastornos es muy variada, pudiendo deberse a causas infecciosas, hereditarias y/o congénitas y autoinmunes; de manera que para su tratamiento específico es necesario un diagnóstico preciso.
La citología cutánea mediante impronta directa es una prueba diagnóstica muy importante en la evaluación de pápulas, pústulas, costras o descamación.
La linfadenopatía, pirexia y anorexia son signos clínicos que permiten diferenciar la celulitis juvenil del impétigo o de la foliculitis bacteriana.
Las causas primarias de descamación están asociadas a la ictiosis. El Golden Retriever tiene una forma única de presentación de ictiosis que parece ser la más prevalente.
La descamación en el cachorro es un signo clínico que puede deberse a múltiples causas, incluyendo deficiencias nutricionales, alergias, parásitos e infecciones.
El diagnóstico diferencial de la presencia de pústulas debe incluir en primer lugar causas infecciosas, como infecciones bacterianas, demodicosis y dermatofitosis. Entre las causas inmunomediadas se encuentran la celulitis juvenil (ver más adelante) y el pénfigo foliáceo; aunque el pénfigo se considera muy poco frecuente en el perro joven, sus signos clínicos son muy parecidos a los de la celulitis juvenil. También es importante incluir en el diagnóstico diferencial a los ectoparásitos; particularmente, a las hormigas rojas de fuego (Solenopsis invicta). Se trata de un tipo de hormigas frecuentes en el sur de Estados Unidos y en otras regiones de varios continentes cuya mordedura produce pústulas.
La técnica diagnóstica de elección es la citología por impronta directa. Antes de colocar el portaobjetos encima de la pústula es necesario romperla suavemente utilizando una esquina del portaobjetos. También se puede realizar una punción con una aguja fina, pero hay que tener cuidado para que no sangre. Si solo se aprecian costras, estas se deben levantar cuidadosamente para acceder a la superficie de la piel y así poder colocar encima el portaobjetos. Las muestras obtenidas se deben dejar secar al aire, a continuación se tiñen mediante la tinción de Wright modificada, y se realiza el estudio microscópico con el objetivo de 10x y, posteriormente, con el de 100x con aceite de inmersión. En el impétigo normalmente se observa una respuesta predominantemente inflamatoria neutrofilíca con abundante presencia de cocos (generalmente Staphylococcus spp.) La presencia de células acantolíticas debe levantar la sospecha de pénfigo. Cuando las lesiones se han producido por las hormigas rojas de fuego no se suelen identificar bacterias, y — según la fase de la pústula respecto al momento de inoculación de veneno — es posible que se observe únicamente detrito necrótico. En fases tardías tras la picadura de estas hormigas se puede observar una respuesta inflamatoria mixta con muchos eosinófilos. También es recomendable realizar un raspado cutáneo profundo para detectar Demodex y un cultivo fúngico para descartar dermatofitos. No suele ser necesario realizar un cultivo bacteriano y una biopsia, pero sí es recomendable realizar una prueba de flotación fecal para comprobar si existe una endoparasitosis concomitante.
Los casos leves se resuelven espontáneamente. Los baños con un champú con clorhexidina al 2-4%, dos veces a la semana y hasta la resolución del problema suelen ser eficaces. El champú con peróxido de benzoilo también es eficaz, aunque su uso continuado puede irritar la piel del cachorro. Las lesiones se pueden tratar individualmente con una solución tópica de clorhexidina o con una pomada con mupirocina dos veces al día. En los casos graves puede ser necesaria la antibioterapia por vía oral hasta conseguir la remisión. El tratamiento empírico se basa en la administración de un antibiótico de amplio espectro o con acción contra Staphylococcus spp., siendo una buena opción las cefalosporinas de primera o tercera generación, la amoxicilina con ácido clavulánico o la clindamicina. La amoxicilina/ampicilina, las quinolonas fluoradas y las tetraciclinas se deben evitar por muchos y diversos motivos. A menos que exista una foliculitis bacteriana concomitante, la terapia sistémica no suele durar más de 14 días.
El pronóstico del impétigo es muy bueno y las recidivas son poco frecuentes. Es importante identificar y tratar cualquier trastorno subyacente que pueda considerarse un factor predisponente. La nutrición desempeña un papel fundamental, siendo esencial que el cachorro reciba un alimento completo y equilibrado especialmente formulado para su edad. Se ha sugerido que los probióticos contribuyen a normalizar la flora intestinal y a mejorar la respuesta inmune del cachorro, especialmente, en las endoparasitosis.
La celulitis juvenil, también conocida como pioderma juvenil, dermatitis granulomatosa estéril juvenil o papera del cachorro, es una enfermedad de etiología desconocida. Afecta principalmente a cachorros de menos de 4 meses de edad, siendo muy poco frecuente en perros de más edad. No existe una predisposición sexual ni racial, aunque algunos autores han sugerido que ciertas razas se pueden encontrar sobrerrepresentadas (Setter Gordon, Teckel, Golden Retriever). Aunque puede afectar a más de un cachorro de la misma camada no parece que la etiología sea infecciosa. No existen datos concluyentes que respalden el papel de la vacunación en el desarrollo de esta enfermedad.
Aunque la progresión de la enfermedad puede variar ligeramente de un paciente a otro, parece existir cierta tendencia a seguir un patrón similar. En un primer momento, el cachorro se presenta con tumefacción y edema facial, particularmente en el hocico y región periocular. Cuando se está comenzando a desarrollar la enfermedad se pueden identificar pústulas en la región cóncava del pabellón auricular, que pueden extenderse hacia el conducto auditivo en su porción vertical (Figura 2). Las pústulas se rompen rápidamente dando paso a la aparición de costras. También se pueden encontrar lesiones similares en la cara, incluyendo la región periocular, barbilla y hocico (Figura 3), aunque en algunos casos es posible que no se observen pústulas. El cuadro clínico progresa hacia alopecia y endurecimiento de la piel y, posteriormente, se desarrollan lesiones erosivas y úlceras en las áreas afectadas, siendo de mayor gravedad en el hocico y la barbilla (Figura 4). La zona periocular se encuentra igualmente afectada y las lesiones faciales tienden a ser dolorosas. Los pabellones auriculares pueden aparecer engrosados y calientes al tacto, pudiéndose desarrollar varios tipos de lesiones secundarias como la otitis. Generalmente, cuando las lesiones progresan se desarrolla una linfadenopatía regional; los ganglios mandibulares suelen estar simétricamente aumentados de tamaño y pueden ulcerarse en la superficie de la piel; también pueden estar afectados los ganglios preescapulares e inguinales. En la región inguinal y perianal puede observarse una paniculitis estéril, pudiéndose desarrollar fístulas (Figura 5). Los perros afectados casi siempre presentan fiebre y se muestran inapetentes e inactivos. La progresión de las lesiones conduce hacia hipo- o hiperpigmentación de la piel. La inflamación profunda (celulitis) puede lesionar los folículos pilosos dando lugar a la aparición de cicatrices en las áreas afectadas de la cara, barbilla y hocico.
El diagnóstico diferencial de la presencia de pústulas debe incluir principalmente enfermedades de origen infeccioso causadas por bacterias (impétigo o foliculitis bacteriana), demodicosis y dermatofitosis. Entre las causas inmunomediadas se incluyen el pénfigo foliáceo, síndrome similar al lupus, vasculitis y reacciones adversas a los fármacos. También se deben considerar neoplasias, particularmente el linfoma, debido a la rápida progresión y a la involucración de los ganglios linfáticos. Se puede realizar un diagnóstico presuntivo en función de la historia y signos clínicos. Es importante descartar los diagnósticos mencionados anteriormente, ya que pueden presentarse varias enfermedades simultáneamente.
Las muestras obtenidas mediante impronta directa permiten identificar la presencia de bacterias, el raspado cutáneo se utiliza para confirmar o descartar una demodicosis, y además se debe tomar una muestra de pelo para realizar un cultivo fúngico. En la celulitis, la citología de las muestras obtenidas por impronta directa, teñidas posteriormente, revela una inflamación piogranulomatosa, normalmente en ausencia de bacterias. Se debe realizar una citología de los ganglios linfáticos regionales y de las muestras de biopsia para descartar linfoma y confirmar celulitis juvenil. En la mayoría de los casos el diagnóstico se basa en los signos clínicos y exclusión de las enfermedades previamente citadas. En los casos refractarios, y cuando la edad del paciente no es la habitual, se recomienda realizar una biopsia y un cultivo bacteriano.
El tratamiento de elección consiste en la administración de prednisona o prednisolona a dosis “inmunosupresoras” (1,5-2 mg/kg/divididos en varias dosis). Las dosis antiinflamatorias (0,5-1 mg/kg/día) no consiguen la resolución de los signos. Si la respuesta inicial a la prednisona oral no es adecuada se puede utilizar dexametasona a 0,2 mg/kg/día; se deben evitar las inyecciones de corticoesteroides ya que no se puede predecir la duración de su efecto. Normalmente, a los pocos días de comenzar con la administración oral de los corticoesteroides se observa una rápida mejoría; la fiebre baja rápidamente y se recupera el apetito, confirmando así que el tratamiento iniciado es el correcto. La administración de corticoesteroides se debe mantener hasta observar la resolución de las lesiones cutáneas, lo cual puede durar una semana o más; a partir de ese momento, la dosis se va reduciendo progresivamente para finalizar el tratamiento cuando deje de observarse mejoría en los signos clínicos. El tratamiento no debe prolongarse nunca más de lo necesario. Las recidivas son poco frecuentes a menos que el tratamiento se haya interrumpido demasiado pronto. La administración simultánea de antibióticos es controvertida. Aunque no suele existir una enfermedad bacteriana, en los casos más graves se pueden desarrollar úlceras en la piel o en los ganglios linfáticos que predisponen a infecciones bacterianas secundarias. La administración de glucocorticoides suprime tanto la inmunidad innata como la adquirida, por lo que el autor prefiere recomendar la administración de antibióticos de amplio espectro contra Staphylococcus spp. (al igual que en el impétigo anteriormente descrito) mientras se estén administrando glucocorticoides. En caso de paniculitis se pueden aplicar compresas calientes. Las lesiones de la cara suelen ser muy dolorosas, y probablemente sea necesario evitar el tratamiento tópico. El pronóstico en cuanto a la resolución del cuadro clínico es muy bueno, pero lamentablemente, es frecuente que se produzcan lesiones cicatriciales y alopecia, produciéndose hiper- o hipopigmentación de la piel. No hay estudios que demuestren una causa hereditaria o que esta enfermedad sea un factor de predisposición a otros trastornos inmunomediados una vez alcanzada la etapa adulta.
El aumento de descamación o caspa es un hallazgo clínico frecuente en el cachorro. La presencia de caspa puede ser de leve a moderada, seca o grasa, adherida o desprendida, localizada o generalizada. Para determinar un pronóstico con respecto a la resolución es fundamental diferenciar las causas primarias de descamación de las secundarias. Las causas primarias están asociadas a un grupo de enfermedades denominado ictiosis o “piel de pescado”. Estas enfermedades son hereditarias y congénitas; los signos clínicos suelen aparecer a edades muy tempranas, aunque a veces es posible que no se aprecien los signos clínicos hasta que el animal sea mayor. En los animales afectados se han identificado varios defectos moleculares en el desarrollo del estrato córneo.
Se han identificado varias razas más susceptibles a padecer esta enfermedad, como el Jack Russel Terrier, Soft Coated Wheaten Terrier, West Highland White Terrier, Spaniel Cavalier King Charles, Bulldog Americano y Golden Retriever, entre otras. Existe una marcada variabilidad en cuanto al cuadro clínico en estas razas, existiendo diferentes grados de gravedad y de adherencia de la caspa. Su análisis detallado se encuentra fuera del alcance de este artículo.
El Golden Retriever tiene una presentación de ictiosis única que parece ser la más prevalente en esta raza. Es posible que pase desapercibida ya que la presencia de caspa en un cachorro de esta raza puede llegar a considerarse incluso normal. A veces, los signos clínicos no se desarrollan hasta edades más tardías. La caspa puede ser muy fina o muy gruesa, y suele observarse dentro del manto de pelo (Figura 6). No suele estar muy adherida a la superficie de la piel y su color puede variar de claro a oscuro, en función de la pigmentación de la piel. Las muestras de biopsia deben ser evaluadas por un dermatólogo con experiencia. El diagnóstico se realiza al observar ortoqueratosis lamelar difusa y ausencia de inflamación, cambios que pueden ser muy sutiles y pasar desapercibidos por personal no experto en dermatología. En algunos países está disponible un test genético que permite ayudar a identificar a los reproductores que pueden ser portadores, el gen parece ser autosómico recesivo. Aunque no se puede curar, el tratamiento está dirigido a reducir la cantidad de caspa visible. El cepillado excesivo y los baños demasiado frecuentes, especialmente con champús queratolíticos, pueden exacerbar el problema. Generalmente, basta con utilizar un champú emoliente hipoalergénico para el baño, seguido de una crema hidratante o humectante. Se han desarrollado varios productos que contribuyen a la reparación de la barrera cutánea y que pueden ser útiles como tratamiento coadyuvante.
El concepto de seborrea primaria es controvertido. La seborrea puede producirse por multitud de causas, y generalmente es secundaria a otro proceso. Los estudios han demostrado que el tiempo necesario para la regeneración de las células de la piel es superior en algunos Cocker Spaniels que en otras razas, lo que predispone a la formación de caspa. La caspa puede ser seca (seborrea seca) o grasa (seborrea oleosa). Muchos de estos perros responden al tratamiento con vitamina A, pero existen además otros factores que contribuyen a la aparición de este problema incluyendo la nutrición, alergias, ectoparásitos, factores ambientales, infecciones y endocrinopatías. Todos estos factores se deben descartar antes de afirmar que la seborrea es primaria.
Cuando se está investigando la presencia de descamación en un cachorro es importante tener en cuenta la historia clínica, ya que la nutrición desempeña un papel primordial. La deficiencia de ácidos grasos omega-6 en la dieta da lugar a un pelo mate, seco y más caspa. Al cambiar de alimento y proporcionar otro de mayor calidad formulado para cachorros se suele obtener una notable mejoría clínica, aunque los efectos pueden tardar en observarse varias semanas puesto que los ácidos grasos necesitan tiempo para incorporarse a la piel. Los endoparásitos pueden estar involucrados en la malabsorción de nutrientes y, por tanto, la prueba de flotación fecal se debe realizar de manera rutinaria en todos los cachorros que presenten un aumento de caspa. Las alergias pueden provocar un aumento de caspa, pero la mayoría de los cachorros no desarrollan alergia hasta que son más mayores, excepto la alergia alimentaria, que puede presentarse en cachorros de menos de 6 meses. Los parásitos intestinales pueden alterar el estado inmunitario, dando lugar a la pérdida de tolerancia a componentes del alimento. Los cachorros con alergia alimentaria pueden mostrar prurito, signos gastrointestinales, mal estado de la piel y del pelo y, a veces, urticaria. El diagnóstico se realiza con una dieta de eliminación. El autor prefiere utilizar una dieta con proteína hidrolizada equilibrada para cachorros antes que una dieta casera, que puede no ser completa ni equilibrada; lo cual es particularmente importante en el cachorro. También se pueden utilizar dietas limitadas en antígenos siempre que sean completas y equilibradas para todas la etapas de la vida del perro (algunas no lo son). La prueba de eliminación siempre debe durar como mínimo 8 semanas para poder determinar si hay respuesta a la dieta, y se debe realizar la prueba de provocación con la alimentación previa durante una semana para comprobar que los signos clínicos reaparecen. Los alimentos que desencadenen una reacción alérgica deben evitarse. Según la propia experiencia del autor, los cachorros con alergia alimentaria pueden desarrollar más adelante alergia a otros alimentos.
Es frecuente que la presencia de caspa esté asociada a una foliculitis (Figura 7). Por tanto, siempre que un cachorro presente un aumento de descamación se debe realizar una citología mediante impronta directa, raspado profundo y un cultivo fúngico, puesto que es frecuente que la causa sean bacterias, especies de Demodex y de dermatofitos. La descamación asociada a la foliculitis suele ser difusa, o acompañada de pápulas, pústulas o collaretes epidérmicos. El tratamiento debe orientarse hacia la causa de foliculitis; los baños dos veces a la semana con un champú queratolítico o emoliente pueden acelerar la resolución.
Las levaduras de Malassezia se pueden manifestar como consecuencia o causa del aumento de la descamación. Estas levaduras se observan con frecuencia en las lesiones escamosas, especialmente cuando son grasas. Estos organismos suelen producir prurito, con el consecuente autotraumatismo e inflamación, alterando la regulación del tiempo de renovación celular. Estos organismos se identifican fácilmente en las muestras obtenidas por impronta directa y teñidas con la tinción de Wright modificada. Opcionalmente, para obtener la muestra de lesiones de descamación seca y de difícil acceso, como la región interdigital, se puede utilizar la técnica de la cinta de celo adhesiva y la tinción de Wright modificada, evitando el paso de la fijación. La cinta adhesiva se coloca sobre el portaobjetos y se estudia al microscopio para identificar a las levaduras utilizando el objetivo de 100 x con aceite de inmersión. Generalmente, en los cachorros se recomienda utilizar un tratamiento tópico con champús, sprays o lociones que contengan antifúngicos del grupo “azol”. La administración oral de fármacos del grupo azol se debe reservar para los casos más graves o refractarios, y siempre que el cachorro tenga más de 12 semanas de edad. Las soluciones tópicas con sulfuro de cal pueden utilizarse con seguridad en el cachorro, aplicándose una vez a la semana como aclarado hasta conseguir la remisión clínica; una ventaja añadida del azufre es su buen efecto antipruriginoso.
Robert Kennis
Robert Kennis, Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Auburn, Alabama, EE. UU. Leer más
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